El desafío de la máscara
Por Tatiana Ramírez Q.
Anfitriona MI en Copenhague, Dinamarca
IG @tati.ramirez.quilodran
Así como antes no salíamos si el celular no estaba en nuestro bolso, hoy con la misma preocupación nos aseguramos de tener una mascarilla, o varias, para asegurar nuestra salida a la calle.
La historia nos enseña que no es la primera vez que el mundo debe “enmascararse” a causa de una pandemia. Ya en los siglos 17 y 18 los médicos que trataban la peste y otras epidemias ya la llevaban y, he de decir, me alegro profundamente de que hayamos evolucionado de aquel modelito que incluía pico de pájaro, gafas y un paño largo de tela encerada.
Sin embargo, acostumbrarnos a su uso, si bien ha sido una acción sanitaria positiva para frenar las olas de contagio (junto a otras medidas, naturalmente), también nos ha enfrentado a nuevos desafíos de comunicación que quizá antes ni siquiera nos planteábamos. En Dinamarca se hizo obligatorio el uso de mascarilla en el transporte público en los últimos días de agosto, es decir, en verano. La primera vez que debí usar una me hice una selfie y llevaba además unas gafas de sol. Cuando la vi me sorprendí y no lo podía creer, de alguna forma yo “no estaba” en mi fotografía. Conversando semanas después con un amigo, él me decía: “Imagina que estás en el cine viendo el estreno de una nueva película. Comienza la película y sólo puedes ver un tercio de la pantalla. Seguro te decepciona y te incomodas”. Eso mismo pasa, me decía, cuando una persona lleva mascarilla: solo podemos ver un tercio de “su pantalla”, su rostro, y sin duda tiene un efecto que dificulta nuestra comunicación verbal y no-verbal y se pierden muchos matices de nuestras expresiones faciales que tienen un efecto comunicativo. Ya no logramos ver esa pequeña sonrisa educada, tampoco ese apretar de labios que puede significar algo.
En tiempos que ahora llamamos “normales” usualmente decodificamos la actitud de una persona, su amabilidad u hostilidad, mirando la boca, los ojos y la frente. Innumerables estudios nos han enseñado que somos muy susceptibles a la comunicación no-verbal y muchas decisiones son tomadas con ese sexto sentido que nos hace sentir confiados o no en una persona.
Por eso, en tiempos de uso de mascarilla la comunicación verbal debe ser más clara aún de modo que la modulación, el tono, la inflexión y calidad de la voz, así como también la mirada y la gesticulación con las manos toman un peso mayor en el ejercicio de comunicar.
- Si es posible, mantén el contacto visual directo por más tiempo. De hecho 2 a 3 segundos, ayuda a liberar endorfinas en el ser humano.
- Levanta las cejas pues eso muestra apertura, es acogedor hacia la persona que tenemos delante y puede funcionar también como un saludo.
- Muestra la palma de tus manos, muestra de que no ocultas nada.
- Si antes solo sonreías, por ejemplo, para saludar, recuerda que ahora debes formular claramente el saludo, porque nadie ve tu sonrisa.
- Si no lo hacías, sonríe ahora con la mirada. Se puede y se nota.
- Si estás usando gafas de sol, quítatelas al hablar con una persona. Aunque ésta es una regla conocida de buenos modales, ahora se hace más relevante todavía, si un tercio de tu rostro está cubierto con una mascarilla.
- Recuerda siempre la importancia de hablar fuerte, claro y articuladamente. Es normal fijarse en los labios de la persona que nos habla y es parte de la comprensión mientras conversamos con esa, pero ahora que llevamos mascarilla en el ámbito público eso no se puede y por ello es que debemos ser más conscientes de cuán claro y bien articulado estamos hablando.
- Se consciente también de tu lenguaje corporal. ¡Comunicamos tanto a través de nuestras posturas y gestos!
Puede sonar simple y casi banal, pero tener en mente estos puntos puede evitar malentendidos o errores en la comunicación… en tiempos de mascarilla.